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El triple desafío que amenaza al mercado laboral en 2024 y compromete la economía mundial

La salud del empleo empeorará en 2024 y supondrá un desafío mayor para la economía. Es la conclusión del informe sobre perspectivas sociales y del empleo que publica la Organización Internacional del Trabajo este jueves y que pone el foco en el riesgo que comporta para la demanda el tridente económico conformado por la ralentización de la productividad, la caída de los ingresos y la escasez de mano de obra.

El análisis de tendencias apunta a un empeoramiento tanto de las perspectivas del mercado laboral como del desempleo. En concreto, para 2024 estima que habrá dos millones más de personas en búsqueda de trabajo, lo que elevará la tasa de desempleo mundial al 5,2% y borraría la mitad del avance ganado en 2023, cuando cedió al 5,1%.

Dentro del marco pandémico, los mercados laborales han demostrado, en general, una «sorprendente resiliencia» pese al deterioro de las condiciones económicas. No sólo la tasa de desempleo se mantuvo en 2023 por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, también mejoró los registros la tasa de brecha de empleo (el número de personas sin empleo que están interesadas en encontrar trabajo). Sin embargo, hay tres desajustes echan un jarro de agua fría a este comportamiento y llevan a la OIT a advertir de un contexto de «gran preocupación» ante unos desequilibrios que parece que «no son simplemente parte de la recuperación pandémica, sino estructurales«, en palabras del Director General de la OIT, Gilbert F. Houngbo.

El mal presagio tras la caída de los ingresos disponibles

La recuperación desigual es una de las tres grandes piedras que encuentra la OIT en el camino del mercado de trabajo por el lastre que supone a las perspectivas de una mayor justicia social. En este sentido, el informe recoge una disminución de los ingresos disponiblesen la mayoría de los países del G20, y no esperan que la erosión de los niveles de vida (y, por tanto de la desigualdad de ingresos) resultante de la inflación «se compense rápidamente».

Para completar la fotografía hay que tener en cuenta las diferencias entre los países de renta alta y baja siguen siendo importantes. La radiografía realizada por la OIT recuerda que mientras la tasa de brecha de empleo en 2023 era del 8,2% en los países de renta alta, esta se disparaba al 20,5% en el grupo de renta baja. Mismo guion para la tasa de desempleo, que el año pasado se mantuvo en el 4,5% en los países de renta alta mientras se situó en el 5,7% en los países de renta baja. En este punto entra en juego la inflación, que menguó lo salarios reales en la mayoría de países del G20 (las subidas aplicadas no fueron suficientes para compensar el alza de los precios).

Además, el análisis apunta como muy probable que persista la pobreza de los trabajadores. A pesar de disminuir rápidamente después de 2020, el número de trabajadores en situación de pobreza extrema (considerados en esa situación a aquellos ganan menos de 1,97 euros por persona y día) aumentó en cerca de un millón en 2023 y el número de trabajadores en situación de pobreza moderada (que ganan menos de 3,34 euros por persona y día en términos de paridad del poder adquisitivo) aumentó en 8,4 millones en 2023.

Si bien se ha sorteado la espiral de precios y salarios, el crecimiento indeciso sumado a la pérdida de ingresos registrada durante la pandemia y a la devaluación de la renta real disponible son un «mal presagio para la demanda agregada y no augura una recuperación económica más sostenida».

Los retos tras la ralentización del crecimiento de la productividad

El segundo desequilibrio pasa por el comportamiento de la productividad laboral, que ha frenado tras el impulso posterior al covid y ha vuelto al nivel de la década anterior pese a «los avances tecnológicos y el aumento de la inversión». La caída de la demanda provoca generalmente un comportamiento negativo de la productividad ante la menor disposición de ingresos para invertir en avances (especialmente tecnológicos) que la impulsen. La OIT profundiza en esta explicación y apunta a tres cuestiones: haber destinado importantes cantidades de inversión a sectores menos productivos, como los servicios y la construcción, en la escasez de mano de obra cualificada y en el dominio de los grandes monopolios digitales que impiden una adopción más rápida de la tecnología.

Es habitual que en periodos de lento crecimiento de la productividad, la renta real disponible y los salarios reales sean vulnerables ante la volatilidad de los precios. La mayoría de los trabajadores y hogares han sufrido una erosión acelerada de la renta real disponible ya que son muy pocas las empresas que han registrado un drástico aumento de sus beneficios.

Las vacantes que nunca se cubrirán

Otro problema que afronta el mercado laboral es la escasez de mano de obra. Según el informe, las personas que se han reincorporado al mercado laboral tras la pandemia tienden a no trabajar el mismo número de horas que antes. En concreto, en todos los grupos de países por nivel de ingresos, «el total de horas trabajadas ha aumentado más que su promedio (reducido por el aumento del empleo a tiempo parcial), al haberse agudizado la escasez de trabajadores en algunos sectores (intensivos en contacto interpersonal)». Esto se debe, en parte, explican, a problemas de salud de larga duración que se han intensificado en los tres últimos años. En este contexto, el número de días de baja por enfermedad ha aumentado significativamente con respecto a los niveles previos a la pandemia.

Aquí surge una segunda derivada para poner el colofón al análisis: a medida que la economía siga desacelerándose, «parte del déficit de mano de obra será absorbido por las empresas, que anunciarán menos vacantes». Además, como el crecimiento de la productividad sigue siendo débil y el envejecimiento demográfico contribuye a la disminución de candidatos, es más que probable que la escasez de trabajadores persista y obligue a adaptarse a la nueva situación.

Fuente Original: El economista

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