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Cómo sería el paro en España sin el peso récord de los fijos discontinuos

Cómo sería el paro en España sin el peso récord de los fijos discontinuos

El paro registrado se redujo en diciembre en 27.375 personas, hasta un total de 2,7 millones, el mínimo desde 2007. Aunque la pregunta que muchos se hacen es: ¿qué hubiera ocurrido si en esta cifra no estuvieran excluidos los fijos discontinuos inactivos que se inscriben en un servicio público de empleo? No se les clasifica como parados, sino como demandantes con relación laboral, categoría que en el último mes de 2023 aumentó en 45.576 personas hasta llegar a 746.077, máximo anotado desde la reforma laboral. Un contraste de datos que resucita las sospechas de ‘maquillaje’ estadístico que el Ministerio de Trabajo lleva más de un año prometiendo despejar sin terminar de hacerlo.

La variación en términos interanuales permite ampliar el contexto de esta evolución. El incremento de los demandantes con relación laboral fue de 123.893 personas, un 19,9% más que en 2022, mientras el descenso de los parados fue de 130.197 desempleados, un 4,59% menos. Pero también se detecta un aumento de 32.826 entre los demandantes no ocupados (DENOS) que no cuentan como parados, un 7,8% respecto al pasado año. En paralelo también se ha producido un descenso de 19,9125982 de ‘ocupados’, que se explica por el menor número de afectados por ERTE.

Con todo ello, el incremento neto del colectivo de demandantes de empleo ‘excluidos’ del paro registrado asciende a 1.715.113 personas, 140.902, un 8,95% más que hace un año. Nueve de cada diez se definen como «con relación laboral», lo cual responde claramente a los fijos discontinuos que se apuntan al paro al pasar a la inactividad.

La evolución de estos demandantes en cada uno de los doce meses del año ha estado muy ligada a la estacionalidad típica del mercado laboral, es decir, la entrada y salida de trabajadores del empleo especialmente en el inicio y final de verano o cuando se acerca la campaña navideña. Esta evolución está haciendo mella en un tipo de contratos cuyo uso se ha disparado después de que la reforma laboral eliminara los contratos temporales por obra y servicio. Y es que, a pesar de ser indefinidos, comparten muchas características con ellos.

La principal es que son dados de baja de afiliación en los periodos de inactividad, lo que se traduce en una volatilidad que se aprecia especialmente verano o cuando se acerca la campaña navideña. Aunque también hay una diferencia sustancial: el pase a la inactividad no conlleva el pago de una indemnización, como sí sucede con los eventuales, que perciben 12 días por año trabajado. Aunque igualmente pueden solicitar una prestación por desempleo. Eso sí, si cotizan lo suficiente para ello.

Esto puede explicar un misterio sobre el incremento de estos demandantes: su evolución contradice el hecho de que la firma de contratos fijos discontinuos se ha mantenido prácticamente congelada en 2023. Sumaron 2,32 millones, apenas un 0,24% menos que hace un año. Lo que esto nos dice es que los fijos discontinuos que pasan a la inactividad han ido acumulando una cotización por desempleo suficiente para cobrar una prestación o subsidio.

Ello estaría también ‘inflando’ la tasa de cobertura de desempleo de cuyo incremento presume el Gobierno. Y es que la fórmula para calcularla sale de dividir el número de beneficiarios por el número de parados registrados que han cotizado por desempleo. De hecho, en una comunidad como Baleares, donde el sector turístico apuesta más por los fijos discontinuos que de los temporales hay más gente cobrando el paro que parados. Un factor que contribuye a alimentan aún más las dudas.

La cuestión es si estamos ante un caso de maquillaje estadístico premeditado o si solo se trata de datos que responden a la transformación del mercado laboral tras la reforma laboral y no han sido explicados con la suficiente transparencia por parte del Gobierno ni las comunidades autónomas, que también tienen su parte de responsabilidad en este asunto. Pero para hablar de maquillaje tendría que haberse producido un trasvase directo de los parados registrados a otras categorías de demandantes, y no hay datos que avalen que algo así ha sucedido en 2023. El análisis apunta claramente a la segunda opción.

Para entender correctamente el impacto de los fijos discontinuos inactivos en las estadísticas de desempleo hay que profundizar en cómo se clasifican los demandantes de empleo, es decir, las personas que se apuntan al paro en las oficinas de los servicios autonómicos. La cifra alcanza los 4,42 millones en 2023, un 0,22%, ya que el descenso del paro registrado se ve contrarrestado por el de los otros tipos de demandantes de empleo.

Pero ¿qué es un parado según el SEPE? Son personas sin empleo ni relación laboral, que tienen disponibilidad inmediata para incorporarse a un puesto de empleo y no solicitan trabajos con condiciones especiales.

Esta definición de ‘parado’ no es exclusiva de España ni ha cambiado con la reforma laboral. Se basa en la que se marca la OIT y siguen todos los servicios estadísticos del mundo. Además, es el modelo que el Ministerio de Trabajo y el SEPE, igual que su antecesor el INEM y hará su sucesora, la futura Agencia Nacional de Empleo, llevan manejando para sus estadísticas desde 1985. Pero deja fuera a 508.514 ‘demandantes no ocupados’ (DENOS) que no se consideran parados. Como hemos visto, se trata de una cifra que supera en un 7,8% la registrada hace un año, con un repunte de 32.826 personas.

Opacidad, no maquillaje

¿A qué se debe esta subida? A un mayor número de parados «con demandas específicas» o «disponibilidad limitada», ya que el resto de las personas incluidas entre estos DENOS no parados, como los beneficiarios del subsidio agrario (antiguo PER) se han reducido. Una variación que puede interpretarse como síntoma de activación de personas sin empleo en un año en el que la inflación ha complicado a muchas familias llegar a fin de mes. Eso explicaría que muchas personas recurren a los servicios públicos en búsqueda de un trabajo acorde a sus condiciones personales, como el cuidado de hijos y otros dependientes.

Este aumento se ve compensado parcialmente por la pérdida de 20.000 demandantes ocupados, que son personas con un trabajo (y presumiblemente en alta en la Seguridad Social), un 4,12% menos que en 2022. Este retroceso se debe al descenso de los afectados por ERTE, incluidos en esta categoría, si bien durante la pandemia las estadísticas del SEPE los mezclaron con los demandantes con relación laboral, lo que generó no poca incertidumbre entre los analistas. Corregido este efecto, alcanzaron un mínimo de 230.972 un mayo de 2022, cuando la contratación fijo-discontinua empezaba a despegar. Y ahí estalló la polémica.

Lo ocurrido en el año y medio siguiente no señala un ‘ocultamiento’ premeditado, pero sí confirma que, aunque la definición marco de paro registrado y demandantes no ha cambiado (no lo ha hecho nunca pese a las sucesivas reformas laborales desde 1985), ni tampoco la forma de recopilar las estadísticas, la falta de claridad y transparencia a la hora de presentarlas ha alimentado una ceremonia de la confusión.

Para terminar de confundir las cosas, durante los primeros meses de la reforma laboral el propio Ministerio de Trabajo aseguraba que los fijos discontinuos eran parte de los DENOS no ocupados. Tras no pocos debates, la polémica estalló realmente cuando se detectaron algunos ‘ajustes’ estadísticos excepcionales en octubre y noviembre debidos a que los servicios autonómicos estaban contando fijos discontinuos inactivos como parados). Es la única ocasión en la que se ha detectado un trasvase de parados a demandantes con relación laboral por esta causa, y no ha vuelto a producirse en 2023. Todo apunta a un error subsanado a finales del pasado año, aunque ni Trabajo ni las comunidades han querido explicar oficialmente lo ocurrido.

Hace exactamente un año la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz tuvo que prometer clarificar los datos (algo que solo hizo parcialmente en una respuesta parlamentaria al PP). Eso sí, corregidos los problemas de 2022, la evolución en 2023 de los datos de los que sí disponemos es mucho más coherente con la nueva realidad del mercado laboral. Y muestra que el peso de los fijos discontinuos inactivos en las estadísticas de desempleo no deja de crecer.

Fuente Original: El Economista

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