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El BCE esboza una subida de tipos este mismo año para quien no sea capaz de verla

 

En los últimos años los bancos centrales se han visto obligados a asimilar que tienen que medir sus palabras con cuentagotas. Se han convertido en un actor tan importante para los mercados, que una palabra de más, o susceptible de malinterpretarse, se convierte en una fuente de volatilidad, en renta fija y en la bolsa.

Por eso, los señores del dinero se han dado cuenta de que su discurso es una herramienta más de la política monetaria, y hacen uso de ella. Ayer lo hizo Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), al pronunciar un discurso en Frankfurt en el que parece estar poniendo las bases de la primera subida de tipos en la eurozona desde el año 2011.

Y no sólo Lagarde: Klaas Knot, el representante de Holanda en el banco central, ha reconocido que es «posible» que la primera subida de tipos del BCE llegue en los próximos meses. Knot ha ido incluso más allá: «No puedo descartar que se vayan a producir dos subidas de tipos», pero esto ocurrirá si «los datos nos indican una revisión incluso mayor de las perspectivas de inflación a medio plazo», explica.

Los cimientos del proceso de normalización de la política monetaria europea ya están bien anclados. Con ánimo de evitar sorpresas, Lagarde ha vuelto a insistir, como ya hizo en la reunión de la semana pasada, en que el BCE ya ve señales de que las perspectivas de inflación se están anclando en el nivel objetivo de la institución a medio plazo: el 2%.

Cerca del objetivo

«Estamos observando una mejora en las perspectivas de inflación a medio plazo», reconoce la presidenta, recordando que las bases de una mayor inflación ya estaban sentadas antes de que comenzase la guerra de Ucrania. «La economía ha conseguido encarrilar un mayor uso de los recursos y un mercado laboral más sólido que el que había antes de la pandemia. La última vez que la eurozona tuvo niveles de desempleo tan bajos como los de ahora fue en la década de los 70», explica.

Y no sólo es el desempleo. El BCE ha entendido el mensaje que le están lanzando los inversores, y se escuda en las expectativas de inflación que marcan los mercados para el futuro para defender que su objetivo está cada vez más cerca de cumplirse. «Las expectativas de inflación han alcanzado nuestro objetivo del 2%, según distintos indicadores», señala, y destaca cómo hay elementos que están empezando a indicar que la inflación va a ser menos transitoria de lo esperado.

«El indicador de inflación pegajosa, que recoge bienes cuyos precios tardan más de lo normal en reaccionar, alcanzó el 2,9% en diciembre del año pasado. Todo esto indica que la inflación es probable que se estabilice en el objetivo del 2% en el medio plazo», indica Lagarde, algo que avala su decisión de diciembre de «empezar a reducir el programa de compras de deuda, paso a paso», un cambio que confirmó la semana pasada.

La guerra también tendrá un impacto inflacionista, que el BCE está incluyendo en sus análisis. «Los cuellos de botella en el sector manufacturero han dado señales de mejora en los últimos meses, pero ahora es probable que persistan en algunos sectores, prolongando las presiones de precios para algunos bienes», señala.

Un escenario incierto

En el contexto actual, el BCE ha considerado que lo más adecuado es centrarse en luchar contra la inflación, y dejar que sea la política fiscal la que pelee contra el frenazo en el crecimiento.

Sin embargo, Lagarde no quiere pillarse los dedos, e insiste en la incertidumbre que hay en este momento en las perspectivas económicas y en los mercados: «Somos conscientes de los riesgos que ha generado la guerra, y la incertidumbre que se está formando en todas direcciones», explica.

«Nos enfrentamos a la eterna prueba de vivir con incertidumbre, pero no vernos paralizados por las dudas. Nuestra respuesta se guiará por tres principios: opcionalidad, gradualidad y flexibilidad», señala.

Fuente Original: El Economista

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