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Vas a trabajar menos horas y no es buena noticia: de la jornada de cuatro días al modelo minijobs

Aunque no era su objetivo, el reciente informe del Banco de España sobre la jornada laboral plantea un giro siniestro de cara al debate sobre la implantación de la semana de cuatro días de trabajo: el futuro que dibuja para nuestro país con trabajadores cada vez más envejecidos y dependientes de sectores poco productivos conduciría este modelo a una fórmula más cercana a los ‘minijobs’ que al ideal del reparto del trabajo que plantean sus defensores.

Los sindicatos llevan años defendiendo la pertinencia de reducir la jornada de 40 a 32 horas sin recorte de sueldo, pero no ha sido hasta la pandemia cuando esa idea ha arraigado en la sociedad española, hasta el punto de que uno de los socios preferentes del Gobierno, Más País, lo ha convertido en bandera electoral. De hecho, ha logrado que el Ministerio de Industria ponga en marcha un programa piloto para analizar su implantación. 

Repárese en este detalle: es el Ministerio de Industria el que dirige el ‘experimento’, no el de Trabajo, que tiene las competencias de legislación laboral y límites legales de jornada.

En cualquier caso, existe un alto volumen de literatura académica y estudios que afirman que la jornada de cuatro días es perfectamente posible y tiene sus beneficios tanto en la productividad como en el bienestar de los trabajadores. Pero dichas conclusiones se calculan sobre el impacto en la empresa (o sector) que la aplica, no extendido a un mercado laboral determinado

Cierto también es que en muchos de estos estudios se juega con la ambigüedad de la palabra ‘productividad’, que no significa lo mismo para el trabajador que para la empresa. Para el empleado, se trata de rendir lo mismo en una jornada más reducida. La productividad no debería bajar pese a tener menos horas de trabajo. Para las compañías, tiene que ver más con la rentabilidad del coste laboral de ese empleado. Es decir, si el gasto por hora por trabajador no aumenta, pese a reducir la jornada. La lógica dice que si la productividad del trabajador fuera constante durante todas las horas de su jornada, al haber un recorte del tiempo dedicado la productividad de la empresa debería caer al reducirse las horas de trabajo. Para evitarlo, la empresa debería contratar a otro empleado o pagar horas extras, con lo que aumentaría los costes laborales. Esta ecuación se desarma si el trabajador que ve reducida las horas de trabajo aumenta su productividad compensando el recorte de jornada.  

El caso es que en algunos sectores con una alta demanda de profesionales cualificados y alta rotación laboral, como los tecnológicos o servicios financieros,sale más a cuenta pagar a un trabajador lo mismo por un día menos de trabajo y contratar a otro a tiempo parcial (por ejemplo un fijo discontinuo) para cubrir la diferencia, que subir los sueldos a toda la plantilla. El puesto de trabajo ofrece tanta rentabilidad para la empresa que le llega a compensar tener más empleados para cubrir las mismas horas de producción.

Por ello, las empresas del sector tecnológico o financiero y ‘start ups’son los principales valedores de este modelo: pueden permitírselo. Y se lo pueden permitir, especialmente, las ‘start ups’ porque al principio no suelen tener objetivado el valor añadido que aportan sus trabajadores e interesa, por encima de todo, crecer para cuantificar su propuesta. En ese momento, podrán saber cuál es el coste beneficio de sus trabajadores y de su puesto de trabajo. Pero esta no es la situación del resto de empresas, que suelen formar parte del tejido productivo de un país. 

Las 32 horas reales

¿Qué ocurriría si estos ‘proyectos piloto’ se llevan al Estatuto de los Trabajadores y se aplican a todas las empresas? Los sindicatos defienden esta fórmula no solo para mejorar por el bienestar de los trabajadores, sino cómo una forma de redistribuir el empleo, similar a sus propuestas para redistribuir la renta y, con ello, la desigualdad. Además, crearía empleo, al contratar a nuevos trabajadores, aunque sea a tiempo parcial. La clave está en entender el mercado de trabajo por horas trabajadas. La hora trabajada no deja de ser la unidad más pequeña en la que se puede cuantificar el empleo. Si las sumas todas de todos los trabajadores tienes un determinado volumen de empleo. Ese volumen se puede alcanzar con menos o más trabajadores. 

Las jornadas de cuatro días giran en esta dirección, hay el mismo volumen de trabajo pero repartido entre más empleados. Dos estudios del Instituto de Investigación para la Evaluación de las Políticas Públicas (IRVAPP) de la Fundación Bruno Kessler rebaten estas tesis

Analizando las reformas implantadas en Francia, Italia, Bélgica, Portugal y Eslovenia entre 1995 y 2007, concluyen que las reducciones en el tiempo de trabajo no elevaron el empleo en este grupo de países.

Es decir, que las empresas no contrataron más. Además, significó un incremento de los costes laborales unitarios, lo que pagan por cada trabajador, que fue trasladado a los precios de venta.

El  informe del Banco de España añade un nuevo, e inquietante, argumento a este debate. Y es que advierte que, mientras España discute sobre la semana de 32 horas, la jornada media ya ha caído a las 31,8 horas. Y la cosa irá a peor en los próximos años. La clave es el aumento de la edad de la fuerza laboral.

«El progresivo envejecimiento demográfico ejercerá una presión a la baja sobre la jornada laboral media, a medida que aumente el peso de los trabajadores de más edad en el conjunto del empleo», afirma la autora del estudio del banco de España, María Pilar Cuadrado, que incide en que este colectivo, que ya tienen una duración de jornada menor, la reducirá aún más por la prolongación de la vida laboral a través del retraso en la edad de jubilación «y los posibles incentivos a la jubilación parcial». 

Lo peor de Japón

Este es un fenómeno que los expertos en demografía laboral han detectado en la economía japonesa, pero que entre los países occidentales es liderado por España. Según estimaciones del Banco Mundial, nuestro país es el que más reducirá la población en edad de trabajar en los próximos 13 años entre las principales economías occidentales.

El problema es que España no es Japón, y su dependencia de sectores de bajo valor añadido agrava aún más esta tendencia a la pérdida de horas de trabajo. «Cabe esperar que continúe la ganancia de peso de los servicios dentro del conjunto de la actividad económica, lo que también tendería a reducir la cifra media de horas trabajadas«, apunta Cuadrado. 

Es decir, no se trata solo de que haya menos trabajadores para repartirse el trabajo (lo cual responde a las previsiones de los sindicatos), sino que hay menos trabajo que repartir. De hecho, la descripción de Cuadrado recuerda a otro modelo laboral de reparto del trabajo del que se habló con interés hace años: los minijobs alemanes. 

La economista hace aproximaciones a dentro de diez años jugando con la idea de un aumento del sector servicios de no mercado y de unos niveles de tasa de parcialidad parecidos a Alemania. El documento apunta que el número medio de horas trabajadas por individuo al año sería unas dos horas y media menor que el observado actualmente para el primer caso y otras casi dos horas y media, 121 horas al año, si la tasa de parcialidad pasa del 13,6% actual al 28% que registró Alemania. 

Para las aproximaciones que realiza en las horas de trabajo de la jornada semanal en 2033 asimilan, prácticamente, el modelo de trabajo alemán y asistencial. Hablar de sector servicios de no mercado y de alta parcialidad en Alemania es hablar de minijobs, de trabajos de pocas horas al día, en actividades de escasa productividad. Aunque en el informe no se mencionan directamente, la descripción es clara. 

Pero como ocurría al compararnos con Japón, las diferencias con la economía germana son muchas. En Alemania, este modelo de empleo está bien engranado en el mercado laboral del país, más de siete millones de personas lo utiliza, según los datos de Destatis de 2021.

Bajo el modelo de minijobs se trabaja menos de 20 horas a la semana, los salarios no superan los 520 euros brutos al mes y están exentos de impuestos. El empleador paga apenas el 30% de las cotizaciones. Están vinculados a trabajadores mayores con una pensión baja y a estudiantes. No en vano está gestionado por el organismo de las pensiones Bundesknappschaf

Pero también está vinculado a actividades dentro del sector servicios de no mercado que tienen que ver con los empleos dentro de la sanidad, la educación, asistenciales o de transporte público, y que en muchos casos son trabajos proporcionados por administraciones públicas. La Agencia Federal de Empleo facilita la tarea de cubrir los puestos de minijobs con los demandantes de empleo de sus oficinas. 

Los ‘minijobs’ a la española

En plena crisis de 2012, estos empleos estuvieron en el centro del debate laboral, cuando al país se venía un rescate financiero. Este modelo fue recomendado por el propio BCE para el mercado laboral y propuesto por la CEOE para dinamizar el mercado de trabajo, cuando el paro superaba el 20%. 

Una década después, parece que es la demografía la que va a imponer esta figura ‘de facto’ sin necesidad de cambios legales y sin las garantías de la regulación alemana. Y con un alcance mucho mayor entre los trabajadores

¿Por qué ocurriría esto? Si a la ecuación planteada por el Banco de España añadimos la implantación de una tope legal de 32 horas de trabajo semanal, el resultado sería acelerar la tendencia de caída de las horas trabajadas por debajo del máximo legal. En práctica, supondrá sueldos más bajos.

Evidentemente, ningún Gobierno en su sano juicio plantearía jamás reducir las horas con menos sueldo. Pero en una economía ya tocada por una demografía desfavorable y escaso peso de los sectores más productivos, este incremento de costes laborales sería compensado por un recorte de horas.

Existen dos vías: elevar los precios, como plantea el estudio de IRVAPP, o reducir las horas de trabajo. Es decir, recurrir al empleo a tiempo parcial. Y esto último es algo que ya ocurre en nuestro país: muchas empresas han recurrido a esta tanto para adaptarse a las nuevas condiciones tras la reforma laboral como por el impacto de las subidas del SMI.

El recurso a esta fórmula para  compensar costes  es una de las razones que explican el incremento de la parcialidad en el mercado laboral posterior a la pandemia, En los próximos años, la falta de reformas que permitan compensar el envejecimiento de la población con una mayor de la productividad,  pueden convertirla en una tendencia irreversible. Y a la jornada de cuatro días en un agravante de este fracaso, en lugar de un síntoma de progreso laboral como parece serlo en economías más vigorosas.

Fuente Original: El Economista

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